Al publico japonés le encantan las
series de misterio. Cada temporada uno puede encontrar en la pequeña
pantalla nipona varias series policíacas sobre asesinatos de
complicada resolución, muy al estilo de las novelas de Agatha
Christie. Es el caso de “Kagi no kakatta heya”, la serie de once episodios de la
Fuji TV, que enganchó a las televisiones japonesas a una gran
cantidad de público la primavera pasada.
Y es que si a esas historias de
misterio, en este caso de asesinatos realizados en “habitaciones
cerradas”, en el que el suicidio siempre se descarta, le unimos un
trío protagonista de primer orden encabezado por el Arashi Satoshi
Ohno, Erika Toda (Liar Game) y un todo terreno como Koichi Sato (The
Last Ronin), tenemos un producto listo para atraer a los televidentes
nipones (y no nipones).
Un abogado de alto nivel, especializado
en temas corporativos, recibe la petición de uno de sus clientes de
investigar el caso de aparente suicidio del presidente de una
compañía. Este falleció en una habitación completamente cerrada,
por lo que la policía no le dio demasiadas vueltas al caso
declarando el suicidio, pero al cliente no le cuadran las cosas. El
abogado se lleva al lugar de los hechos a una ayudante novata y,
llaman a un experto de una agencia de seguridad, Enomoto, un hombre
de una personalidad muy especial.
El trío protagonista por supuesto
resuelve el caso, gracias a la perspicacia de Enomoto, y a partir de
ahí les comienzan a pedir cada vez más que resuelvan casos
similares, asesinatos imposibles en habitaciones completamente
selladas.