Al publico japonés le encantan las
series de misterio. Cada temporada uno puede encontrar en la pequeña
pantalla nipona varias series policíacas sobre asesinatos de
complicada resolución, muy al estilo de las novelas de Agatha
Christie. Es el caso de “Kagi no kakatta heya”, la serie de once episodios de la
Fuji TV, que enganchó a las televisiones japonesas a una gran
cantidad de público la primavera pasada.
Y es que si a esas historias de
misterio, en este caso de asesinatos realizados en “habitaciones
cerradas”, en el que el suicidio siempre se descarta, le unimos un
trío protagonista de primer orden encabezado por el Arashi Satoshi
Ohno, Erika Toda (Liar Game) y un todo terreno como Koichi Sato (The
Last Ronin), tenemos un producto listo para atraer a los televidentes
nipones (y no nipones).
Un abogado de alto nivel, especializado
en temas corporativos, recibe la petición de uno de sus clientes de
investigar el caso de aparente suicidio del presidente de una
compañía. Este falleció en una habitación completamente cerrada,
por lo que la policía no le dio demasiadas vueltas al caso
declarando el suicidio, pero al cliente no le cuadran las cosas. El
abogado se lleva al lugar de los hechos a una ayudante novata y,
llaman a un experto de una agencia de seguridad, Enomoto, un hombre
de una personalidad muy especial.
El trío protagonista por supuesto
resuelve el caso, gracias a la perspicacia de Enomoto, y a partir de
ahí les comienzan a pedir cada vez más que resuelvan casos
similares, asesinatos imposibles en habitaciones completamente
selladas.
Dentro de las series de televisión uno
normalmente busca algo diferente a lo que puede proporcionar el cine.
Como formato diferente, la televisión puede ofrecernos ese rato de
entretenimiento ligero, en que los elementos familiares y recurrentes son
totalmente reconocibles, y en el que cada semana tenemos nuestra cita
para reencontrarnos con ellos. En esa linea se mueve “Kagi no
kakatta heya”, una serie en absoluto novedosa, pero que nos ofrece
un puzzle semanal apetecible, con un tono muy ameno y con el
atractivo de ese trío de personajes protagonistas como gran reclamo.
Y es que gran mérito de que la serie
enganche como lo hace es el personaje de Enomoto-san (y la interpretacion de Ohno), ese enigmático
hombre parco en palabras y gestos, de personalidad casi autista, pero con
una perspicacia y poderes de observación y deducción dignos de
Holmes. Así cada semana le vemos mirar y remirar, buscar los
pequeños huecos de cada caso y buscar una explicación razonable
(que, no nos engañemos, también suelen tener algún hueco), para
los asesinatos.
Se establece una relación curiosa
entre Enomoto-san y los otros dos protagonistas: Aoto, la ayudante
del abogado, le admira profusamente aunque sin llegar a nada más, y
desde luego le produce curiosidad ese hombre al que llaman para
resolver casos, pero del que desconocen todo de su vida personal.
Poco a poco Aoto intenta saber más de él, pero es complicado
teniendo en cuenta su personalidad completamente cerrada.
Por otro lado esta Serizawa, el gran
abogado egocéntrico que necesita de Enomoto, aunque, la verdad, no
le gusta necesitarle. Se crea así una relación un poco tensa, en
que el abogado intenta adelantarse a las deducciones de Enomoto, pero
fracasando sonoramente, claro.
La estructura de la serie es de un caso
por cada capítulo, y aunque hay un pequeño trasfondo de historia
más general, en la que el misterioso Enomoto esta involucrado, algo
que se resuelve en el caso final de los dos últimos episodios, la
evolución más importante es la de las propias relaciones entre los
tres, con cada vez más confianza entre ellos.
La verdad es que los casos son bastante
predecibles, especialmente en aquellos episodios (y son varios) en
los que hay algún actor famoso invitado, y son varios ya que pasan
por la serie el mismísimo Sho Aikawa (Zebraman), Keisuke Horibe
(Love Exposure) o Shido Nakamura (Neighbour no.13), se le pueden
buscar algunos agujeros a las explicaciones rebuscadas, además del
prácticamente nulo papel de la policía (que aparece más como una
molestia que otra cosa), pero uno perdona esos detalles por la
simpatía que destila todo el producto.
Las virtudes de la serie, como esos
momentos recurrentes en todos los episodios, como los gestos que hace
Enomoto cuando va a resolver el misterio, con frase incluída,
superan con mucho a los puntos negativos que pueda tener, y aunque se
trata de una propuesta que las cadenas de televisión japonesas
revisitan una y otra vez cambiándole el envoltorio, es una serie de
lo más recomendable.
7 de 10
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